El pasado miércoles 3 de enero se celebraron 9 años desde el minado del bloque génesis de Bitcoin. Es inevitable, al celebrar esta efeméride, pensar en el origen de la criptomoneda madre y en el camino registrado en el libro de historia de blockchain desde hace ya casi una década hasta nuestros días. Génesis. ¿Cómo fue el génesis del Bitcoin?
Al principio, eran los bancos. Era el año 2008 y “la tierra estaba desordenada y vacía, y las tinieblas volaban sobre la faz del abismo” (Gen. 1:2). El mundo sufría la explosión de la burbuja inmobiliaria de los subprime. Luego de años amontonando riquezas, negociando con el dinero de otros, los hombres más ricos del mundo exigían a los Jefes de Gobierno inyecciones monetarias para rescatar a los bancos. Recuerdo que se hablaba de que sería necesaria una inyectadora colosal para suministrar todo el dinero que se necesitaría para evitar una crisis bursátil y económica de escala global. Fue inevitable.
Españoles protestaban exigiendo su dinero a los bancos durante la crisis del 2008.
En medio de esta debacle financiera, y como una vía de escape ante la esclavitud que supone estar sujeto a las decisiones de políticos y banqueros, Satoshi Nakamoto crea un sistema de dinero en efectivo electrónico entre pares al que nombró Bitcoin. Y vio Satoshi que era bueno. En este sentido, se entiende por qué el mensaje escrito en el coinbase del bloque génesis fue “The Times 03/Jan/2009 Cancillería a un paso del segundo rescate financiero para los bancos”.
Claro que la idea de Bitcoin no surgió de la nada. Nakamoto caminaba sobre los hombros de múltiples desarrolladores y criptógrafos cypherpunks o criptoanarquistas (activistas cibernéticos que confían en las bondades de Internet para garantizar la libertad ante el control Estatal), cuyos trabajos de investigación –como el b-money de Wei Dai- fueron claves para el desarrollo de Bitcoin. Sin embargo, Nakamoto agregó la pieza fundamental para engranar dinero digital, criptografía y confianza: consenso distribuido o, en otras palabras, blockchain.
Pero así como Nakamoto se apoyó en las investigaciones cypherpunks para crear Bitcoin, también escogió sus valores como fundamento ético de la tecnología. Bitcoin es sinónimo de libertad y descentralización. “Privacidad para el débil, transparencia para el poderoso”, reza una antigua máxima criptoanarquista.
Blockchain (que en un primer momento fue indistinta de Bitcoin) funcionaría entonces como una herramienta para eliminar de la ecuación a los intermediarios –llámense políticos, banqueros, corredores de bolsas, agentes de aduanas o bienes raíces- y así posibilitar la relación directa entre pares, sin la necesidad de que nadie cobre una comisión por hacer de tercero de confianza.
Y siendo una herramienta de código abierto, cualquier persona sería capaz de replicarla para seguir desarrollando nuevas funcionalidades de la tecnología. La idea, esencialmente, era cambiar los fundamentos de nuestra sociedad y de la manera en que nos relacionamos, apoyados en las potencialidades de blockchain.
Casi una década ha transcurrido desde que se concibió esta idea y se minó el bloque que generó blockchain. La realidad dista mucho de la esperanza que se tuvo entonces.
Si bien hay una gran cantidad de proyectos, desarrolladores y usuarios que mantienen fidelidad a los valores de Bitcoin y continúan en su empeño de crear herramientas que descentralicen las relaciones humanas, la verdad es que muchos nuevos adoptantes y estafadores han propagado la idea de que las criptomonedas son un esquema de “hágase rico rápido con dinero gratis”. Prueba de ello son la enorme cantidad de bifurcaciones de Bitcoin que se han realizado en los últimos meses para crear monedas de la nada. Prueba de ello son los millones y millones de dólares recaudados en ICO para proyectos que no ofrecen soluciones a problemas reales, sino tan solo promesas de pronto enriquecimiento para sus inversionistas. Prueba de ello es que las conversaciones sobre criptomonedas en foros y redes sociales se enfocan cada vez menos en tecnología y libertad, y más en cuánto subió el precio de esta u otra moneda, o sobre lo idiota que se es por no haber invertido antes o por haber vendido demasiado rápido, a tal punto que personas han llegado al suicidio.
Pruebas de esto hay muchas. Inclusive desarrolladores de la talla de Vitalik Buterin, creador de una blockchain tan importante como la de Ethereum, han amenazado con abandonar el ecosistema si la comunidad no deja de distraerse con juegos de precios. El criptomercado crece en adopción, sí. Pero, por avaricia, no tanto por funcionalidad.
Actualmente tener Bitcoin es como tener un Lamborghini sin ruedas.
Pensemos nada más en el caso de bitcoin. Una moneda que nació para servir de efectivo digital y eliminar las comisiones pagadas a intermediarios, ha devenido en un depósito de valor inamovible debido a las enormes comisiones que es necesario pagar para hacer la más nimia transferencia. Sea por ataques de spam, por saturación de la red debido a la creciente adopción o con miras a garantizar la seguridad antes que la escalabilidad por parte de los desarrolladores de Bitcoin Core, actualmente tener Bitcoin es como tener un Lamborghini sin ruedas. Si bien Bitcoin ha permanecido fiel a sus valores, los conflictos políticos y de ego entre desarrolladores, mineros y empresas lo están alejando de ser lo que se pretendió en un inicio que fuera. Si las grandes empresas de servicios de pago y monederos adoptaran SegWit -el cual fue lanzado en agosto del 2017 y al sol de hoy solo lo ha implementado un 8,73% de la red– la descongestión sería inminente y las comisiones descenderían.
Pero si se habla de movilidad y velocidad, es necesario hablar de esa miríada de proyectos huecos que han nacido de la nada, y más rápido que los lambos que compraron con el dinero de sus ICO figuran en los primeros lugares del ranking de criptomonedas. Este es uno de los problemas de ponderar el éxito de los proyectos por su capitalización de mercado. A fines de difusión, algunas monedas preminadas lanzadas en ICO venden sus tokens a precios muy atractivos con un suministro sumamente alto, de tal manera que, al multiplicar precio por circulante, la capitalización resulta de tal dimensión que el proyecto escala en pocos meses hasta la cima del ránking de criptomonedas. Así ha sucedido con diversas monedas que son pura promesa, no tienen ninguna funcionalidad actual y no puede saberse si en algún momento la tendrán.
Y la verdad es que los traders, tanto en el ecosistema cripto como en Wall Street, suelen ser personas de pocos escrúpulos a la hora de buscar enriquecerse. Es muy fácil manipular el precio de criptoactivos pequeños y proyectos huecos. Hay grupos de Telegram y otras redes sociales y aplicaciones de mensajería donde se organizan compras masivas de una cripto barata para inflar su precio. Al ver el aumento, personas ajenas a dichos grupos invierten también por FOMO (Miedo a quedar fuera) hasta que en los grupos se decide que es momento de vender y recuperar ganancias, derrumbando en breves momentos una también breve e infundada escalada. Quizás esto explique la reciente escalada de Dogecoin, moneda que es más una sátira que un proyecto, que superó el millardo de dólares de capitalización de mercado a pesar de tener más de dos años sin actualizaciones. Con todo, sigue siendo un proyecto mucho más serio que otros criptoactivos que pululan en el mercado y han recaudado cifras exorbitantes en ICO.
Y si bien es cierto que no tiene nada de malo querer hacerse rico, quizás sí lo sea conseguirlo a costa de los objetivos del proyecto blockchain.
Ripple es un caballo de Troya en el ecosistema.
Ripple fue la mejor criptoinversión del 2017. 438 veces multiplicó su precio desde el 1ero de enero al 31 de diciembre, no sin justificación. La red de Ripple fue probada y adoptada por muchas instituciones el pasado año. Precisamente las instituciones que Bitcoin y blockchain pretendían eliminar: los bancos. Ripple es un caballo de Troya en el ecosistema. Pero como su precio sube, todo el mundo tiene que invertir.
Ripple es una blockchain centralizada, con control absoluto sobre emisión de monedas, validación de transacciones y desarrollo del proyecto. Ripple es la demostración de cómo los banqueros han aprovechado lo que en un inicio era una herramienta para eliminarlos, para pervivir. Que han metabolizado el veneno y lo han convertido en antídoto. Ripple evidencia que la comunidad que prometía descentralización, ahora combate, por dinero, como mercenarios, en las filas de la centralización.
Sí, es ingenuo pensar que los bancos no van a adoptar blockchain. Todos los intermediarios van a resistir su sustitución renovando sus servicios con contabilidad distribuida. Los medios masivos van a seguir insistiendo en que las criptomonedas descentralizadas son una burbuja que va a explotar en cualquier momento “porque nadie las controla”, y seguirán promoviendo proyectos centralizados porque “dan más confianza”. Pero si la comunidad se sigue enfocando en invertir en cualquier moneda solo porque su precio sube, sin siquiera saber quién está detrás del proyecto, parece claro quiénes ganaran en la batalla centralización-descentralización.
Sin embargo, como estableció Vitalik Buterin, aún hay tiempo para blockchain. Es necesario dar un golpe de timón, virar el descarrilado y avaricioso ecosistema a su carta de navegación original. Es momento de recordar el Génesis: cómo, por qué y para qué nació blockchain y las criptomonedas. Es necesario investigar y aprender de qué se trata todo este movimiento esencialmente. Es necesario estudiar y seguir creando proyectos funcionales que solucionen problemas reales de la vida cotidiana. Es necesario difundir la tecnología, no por cuánto ha subido esta u otra criptomoneda, sino por los beneficios que ofrecen, por las libertades que garantizan. Es necesario volver a las redes de pruebas e implementar soluciones a la escalabilidad, para que Bitcoin deje de ser un lamborghini sin ruedas y para que Ethereum no se sature por el comercio de gatos criptográficos. Si bien puede que sea utópico esperar que se concreten todas las esperanzas del movimiento cypherpunk, blockchain sí puede contribuir a crear un mundo más justo.
Si se persiste en la actitud avariciosa del último par de años, es probable que blockchain quede tan solo como una herramienta para profundizar la supervisión y la centralización por parte de quienes ya controlan el mundo. Queda de parte de los miembros de esta comunidad evitar que así suceda.
Fuente:
Ivan Gomez, 7 de enero 2018, Criptonoticias.com
Ivan Gomez, 7 de enero 2018, Criptonoticias.com
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